He
recibido, como todos los usuarios de este medio, una conmovedora citación a una
nueva marcha por la protección de los pingüinos de Algarrobo.
¿Por
qué las personas tienen que congregarse y salir a las calles para poner
en relieve temas que son de obvia importancia para la comunidad? ¿No es
competencia inapelable de las autoridades tanto comunales como regionales velar
por los intereses de los ciudadanos y de su medio ambiente? ¿De qué se
preocupan los Alcalde, Concejales, Diputados, Senadores, etc., si no lo hacen
por aquello que las personas demandan?
El
tema ha sido repetidamente comentado en este medio y no han faltado
informaciones ni propuestas que van desde la caducidad de permisos a la
Cofradía y el correspondiente regreso del islote a su condición de tal,
hasta pintorescas soluciones como la instalación de mallas para condicionar el
vuelo de algunas aves.
Impulsado
por estas reflexiones decidí visitar el lugar de los hechos y me embarqué
en uno de los cruceros ¡A la isla! ¡A la isla…!
La
experiencia es fantástica. Sin duda recomendable para aquellos que no la
hayan tenido.
El
islote es - o está - harto feo en sus niveles medio y alto, de los que se han
apoderado cientos de pelícanos y gaviotas. Puede haber otras especies que mi
ignorancia en la materia no me permitió reconocer. Sin dudas, se
distingue la violenta intervención destinada a dar resguardo a las
embarcaciones de la marina, que destruye cruelmente la imagen de un borde
costero naturalmente maravilloso.
Sin
embargo en el nivel inferior con variado y abundante roquerío y
algas en constante movimiento por la insistencia de las olas, se aprecia un
fondo oscuro y brillante en el que destacan numerosos pingüinos, creando un
armonioso ambiente decididamente distinto al resto del islote. Me pareció
reconocer en este nivel el que tal vez sea el último refugio de nuestros
pingüinos de Humboldt.
Mientras
las instituciones funcionan (aunque no sabemos a qué velocidad) y la fantasía
genera nuevas propuestas, creo que se necesita con urgencia un programa de
protección real de ese santuario de modo de impedir el desaparecimiento de ese
nivel inferior que aún alberga a la especie. Vemos cómo en países vecinos los
turistas recorren cientos de kilómetros y pagan altas tarifas para observar las
pingüineras y nosotros a una joya ubicada emplazada,
literalmente en nuestras propias narices, le damos la espalda.
No
es posible seguir perdiendo el tiempo. Debe convocarse a universidades y
centros de investigación asociados al tema para abordar con urgencia un
programa de salvataje que permita a Algarrobo, recuperar a uno de sus más
preciados regalos de la naturaleza.
j.
joaquín berríos r