Continuando con este importante tema, a propósito de estarse
discutiendo el nuevo Plan Regulador y considerando el Plan Urbano Estratégico para
Algarrobo publicado en este Blog que señala que el presente año finaliza el estudio
de mejoramiento del borde costero y su ejecución se inicia el próximo, y también
señala el 2015 para el inicio del estudio de mejoramiento para el Parque
Canelo-Canelillo, sería conveniente que nuestro equipo municipal investigara prontamente
con amplitud y en profundidad todas las alternativas disponibles con que otras
comunas del país han logrado dar grandes y efectivos saltos cuantitativos y
cualitativos (benchmarking) para resolver sus problemas de infraestructura de
envergadura superior y particularmente de sus bordes costeros y paseos, casos
que he destacado en mis numerosas cartas tituladas “Sana Envidia”.
Nuestro borde costero y el parque son sin discusión dos de los
principales atributos y escasos recursos naturales con que cuenta Algarrobo
para su desarrollo, actualmente muy maltratados y degradados, y que con un adecuado
equipamiento y administración deberían constituirse por tiempo como fuente
principal de atracción turística, generadores de ingresos y sobre todo como símbolo
de identidad o iconos de nuestra comuna.
Uno de los tantos mecanismos disponibles para estos efectos es la Ley
19.865, FUC, que a través del SERVIU facilita integrar la inversión
público-privada en infraestructura para fomentar el desarrollo urbano a través
de la construcción de equipamientos, servicios, plazas y estacionamientos,
entre otros. Se destaca en un artículo de El Mercurio de hoy el éxito que tuvo
el SERVIU y la Municipalidad de
Antofagasta al contratar un equipo de profesionales para gestionar bajo esta
ley el proyecto Parque Rica Ventura de La Chimba, de una envergadura económico-social
comparable a nuestro Parque Canelo Canelillo o al mejoramiento de nuestro borde
costero.
Una mirada más profesional, creativa, amplia, actual y sobretodo muy ambiciosa
se hace cada vez más necesaria para romper nuestra inercia.
Alejandro Santis Torrent