Estimado Sebastián y amigos del blog, la idea de mi
intervención aquí era reflotar el tema de las algas e invitar a la comunidad a
abordarlo, ya que soluciones inmediatas no hay. Es a mi juicio un “Asunto de
Estado Comunal” pues afecta parte del mayor capital de la comuna: las preciosas
arenas y playas de mar calmo entre el Deportivo y el Yachting.
Asi como sugiere Sebastián no es descabellado pensar en
el uso alimentario de esta alga, para ello será necesario ir estudiando como
generar una demanda equivalente a la enorme oferta, como desarrollar
procedimientos para procesar adecuadamente el recurso y como dar cumplimiento a
requisitos fundamentales como la calidad sanitaria, que debe ser apta para
consumo humano, es decir sin contaminación de microorganismos (sabiendo de qué
se nutren estas algas creo que será difícil garantizarlo).
La literatura revisada recomienda extraer desde el agua
la colosal producción que a diario crece, pero esto puede eternizarse si no se
toman medidas para atacar el origen, dentro de las cuales hay algunas que se
mencionan y parecen aplicables a nuestra realidad:
-Favorecer (básicamente no obstruyendo corrientes) la
renovación-circulación de las aguas,
-Despejar durante la bajamar la lechuguilla adherida a
las rocas,
-Repoblar con caracoles, locos, lapas, picorocos, erizos,
etc, conformando así verdaderos ejércitos controladores aprovechando su inmenso
apetito por esta planta
-Reintroducir huiros y algas rojas para que colonicen los
sitios y compitan por el espacio con la lechuguilla
Para la primera medida no hay mucho que hacer, para las
otras sí, se me ocurre convocar al sindicato de pescadores a unirse al
proyecto, entregarles debida capacitación y herramientas para gestionar su
nuevo negocio, con metas y premios en base a logros, una especie de policía
ambiental. En Nueva Zelandia algo parecido tiene un coste de 100.000 USD al
año, es decir lo equivalente a lo invertido en el nuevo semáforo, no es poco
pero tampoco mucho y la externalidad positiva es infinitamente superior.
Sería lindo que los señores de Crystal Lagoons vieran
aquí una oportunidad para darle una vuelta de mano al balneario donde se
originó su imperio.
Roberto Carrancá